LA MAFIA SOLO UCCIDE D´ESTATE. 2013. 90´. Color.
Dirección: Pierfrancesco Diliberto; Guión: Michele Astori, Pierfrancesco Diliberto y Marco Martani; Director de fotografía: Roberto Forza; Montaje: Cristiano Travaglioli; Música: Santi Pulvirenti; Diseño de producción: Marcello Di Carlo; Producción: Mariano Gianani, Lorenzo Mieli y Fausto Brizzi, para Wildside-RAI Cinema (Italia).
Intérpretes: Cristiana Capotondi (Flora); Pierfrancesco Diliberto (Arturo Giammaresi); Alex Bisconti (Arturo niño); Ginevra Antona (Flora niña); Claudio Gioè (Francesco); Barbara Tabita (Madre de Arturo); Rosario Lisma (Padre de Arturo); Enzo Salomone (Juez Chinnici); Maurizio Marchetti (Jean Pierre); Antonio Alveario (Totò Riina); Ninni Bruschetta (Fray Jacinto); Roberto Burgio, Domenico Centamore, Attilio Fabiano, Totò Borgese, Turi Giuffrida, Orazio Stracuzzi, Giuseppe Provinzano.
Sinopsis: Arturo, nacido en Palermo y con vocación de periodista, repasa los acontecimientos más importantes de su vida, marcada por su amor hacia Flora y la persistente presencia del crimen organizado en la ciudad.
Si el cómico italiano Pierfrancesco Diliberto pretendía fabricarse un debut cinematográfico que generase impacto, su objetivo quedó más que cubierto con La mafia sólo mata en verano,comedia que obtuvo un gran éxito en Italia y traspasó fronteras, pese a que una parte significativa de la crítica, prisionera del prejuicio de que para tratar ciertos temas no cabe la comedia, menospreció una película que, a mi juicio, constituye un logro notable y muestra a un autor inspirado y talentoso.
Mucho se ha escrito acerca de las similitudes existentes entre la ópera prima de Diliberto y Forrest Gump,por aquello de que ambas intercalan una historia de amor con el devenir de un personaje que, a lo largo de los años, asiste como privilegiado testigo a una serie de sucesos de gran relevancia histórica. Pese a que ese paralelismo existe, opino que el referente más claro para Diliberto ha sido La vida es bella,paradigma de comedia romántica en mitad del horror. El tono distendido, la aparente ausencia de pretensiones y la manera de intercalar escenas cómicas con vívidos testimonios de una época negra, en este caso los años más sangrientos que se han conocido jamás en la capital de Sicilia, acercan a Diliberto a las cotas alcanzadas en su momento por Benigni. Se nota que el autor es palermitano y vivió la época narrada en primera persona, porque se percibe autenticidad bajo la fábula. Más allá de ese romance siempre escurridizo, principalmente por la torpeza del protagonista masculino a la hora de ganarse los favores de la chica de la que se enamora en la escuela primaria, destaca el aspecto moral de la narración, el modo de reivindicar a esos hombres que dieron su vida en la lucha contra el crimen organizado. Porque lo más terrible no fueron los salvajes atentados cometidos por orden de un paleto sanguinario, sino que durante lustros esos asesinatos se produjeran con la complicidad de una parte importante de la sociedad palermitana, y de la indiferencia de casi todo el resto, que prefería vivir de espaldas a una realidad insoportable. La obsesión del protagonista con una figura política tan viscosa como la de Giulio Andreotti le sirve al director para mostrar la connivencia que la Democracia Cristiana mostró durante décadas con la Mafia, así como para recrearse en lo manipulable que es la gente desde el punto de vista político. El gran mérito de la película es el de saber ser graciosa sin trivializar el horror. Diliberto y sus guionistas arriesgan, lo que está muy bien, y triunfan, lo que está todavía mejor.
Todo en la película, desde el montaje hasta la música, está orientado a acentuar el tono de comedia. Se nota en ocasiones demasiado esfuerzo en hacer parecer liviana una historia en el fondo terrible, pero Diliberto sabe caer en el lado bueno de la estrecha línea que separa lo distendido de lo superficial: su película es una cosa, sin llegar a ser nunca la otra. Las melodías creadas por Santi Pulvirenti van también por ese camino, y aportan calidad, aunque lo más destacable es el montaje, porque en La mafia sólo mata en verano se narran veinte años en la vida de un personaje, y también en la de una ciudad extremadamente convulsa (ambos aspectos caminan unidos desde la misma concepción del protagonista), sin dejarse nada de lo esencial y en apenas hora y media. El papel del periodismo, el de la televisión, el del clero (impagable ese sacerdote que enseña a la muchachada cómo manejar una fusta de la manera correcta) y el de los poderes económicos en el desastre colectivo palermitano, que en verdad sería risible de no ser por las muchas vidas segadas por el camino, tampoco quedan al margen de una narración que evita con tino el riesgo de resultar dispersa.
Algo fundamental para el correcto desarrollo de la historia era el acierto en la elección de los niños protagonistas, porque sobre ellos descansa buena parte de lo que sucede en la primera mitad de la película. Alex Bisconti hace un trabajo notable, mientras que Ginevra Antona, cuyo rol es más pasivo y tópico, cumple bien con su papel de musa infantil. La transformación de esos personajes en adultos me produce sentimientos ambivalentes, porque Pierfrancessco Diliberto mantiene la gracia de su versión prepúber, pero deja ver a las claras que no va mal servido en cuanto a narcisismo, y Cristiana Capotondi ofrece un trabajo más sobrio, pero capaz de transmitir el encanto de Flora, y también su toma de conciencia. El plantel de secundarios da un nivel bastante alto, en especial los actores que interpretan a los personajes satirizados (mención especial para Ninni Bruschetta como párroco desviado del recto camino, y para Maurizio Marchetti como amanerado telepresentador que representa como pocos la idea de que no hay nada más político que evitar la política), pero también a aquellos que muestran la dignidad de quienes lucharon contra la Cosa Nostra. En el perfil de los padres del protagonista, bien interpretados por Rosario Lisma y Barbara Tabita, Diliberto retrata, en su grandeza y su miseria, a tantos palermitanos de a pie.
Deliciosa, de apariencia dulce y regusto amargo, como los buenos chocolates, La mafia sólo mata en verano remite a la gran comedia italiana. Porque se puede hacer comedia sobre todo, siempre que se haga bien. Y Pierfrancesco Diliberto supo hacerla muy bien.