LADY BIRD. 2017. 94´. Color.
Dirección: Greta Gerwig; Guión: Greta Gerwig; Dirección de fotografía: Sam Levy; Montaje: Nick Houy; Música: Jon Brion; Diseño de producción: C hris Jones; Producción: Eli Bush, Scott Rudin y Evelyn O´Neill, para IAC Films-Scott Rudin Productions-Entertainment 360 (EE.UU.)
Intérpretes: Saoirse Ronan (Christine Lady Bird McPherson); Laurie Metcalf (Marion McPherson); Tracy Letts (Larry McPherson); Lucas Hedges (Danny); Timothée Chalamet (Kyle); Beanie Feldstein (Julie); Lois Smith (Hermana Sarah); Stephen McKinley Henderson (Padre Leviatch); Odeya Rush (Jenna); Jordan Rodrigues (Miguel McPherson); Marielle Scott (Shelly); John Karna, Jake McDorman, Bayne Gibby, Laura Marano, Marietta DePrima, Daniel Zovatto, Kristen Cloke, Andy Buckley.
Sinopsis: La vida de una joven insatisfecha de Sacramento en el período en que alcanza la mayoría de edad.
El debut en solitario de Greta Gerwig como directora constituye un ejemplo paradigmático de los peligros de las críticas por internet. En su estreno estadounidense, Lady Bird recibió una incontinente catarata de críticas entusiastas que a uno le hizo pensar que en aquellas latitudes había demasiado interés por elevar a una mujer joven a los altares del cine indie… y un consumo de tila menor del recomendable. Como contrapunto, aparecieron los defensores del orden cibernético, divididos en proporción variable entre cinéfilos sensatos y voceros reaccionarios, para aguar tamaña explosión de sentimientos. Imagino que la señorita Gerwig debió de alucinar bastante con el potaje que organizaron unos y otros, y considero que, como suele ocurrir, no había para tanto en cualquiera de los sentidos, porque ni estamos frente a la octava maravilla del cine que nos quisieron vender (y que en Europa compramos bastante menos, justo es reconocerlo), ni ante el engendro narcisista y vacuo que vieron los detractores de la película.
Ocurre que quien esto escribe ha visto demasiado cine, y está demasiado lejos de la adolescencia, esa edad en la que quienes tienen las necesidades básicas cubiertas se quejan de vicio y mantienen la falsa ilusión de que serán capaces de esquivar los problemas de verdad, como para que una película del nivel de Lady Bird le haga saltar del sillón henchido de gozo. Durante buena parte de su metraje, esta comedia dramática de iniciación a la vida adulta no explica nada que otros no hayan explicado antes y mejor. A esto hay que añadir que las bondades de la película se circunscriben a sus aciertos narrativos, porque a la Greta Gerwig directora todavía le queda mucho camino por recorrer hasta alcanzar el Olimpo de los cineastas con talento y estilo definido, pues tan cierto es que en la puesta en escena no encontramos elementos que susciten rechazo, como que la búsqueda de algún chispazo de genialidad resulta infructuosa. En cuanto a la técnica, lo mejor que se puede decir de Greta Gerwig, y no es poca cosa, es que no va de ultramoderna ni juega a hacer lo que no sabe, sino que escoge un envoltorio sencillo que no desnaturalice una historia que se percibe de lejos como autobiográfica. Otro tanto cabe decir de los responsables de los principales aspectos técnicos de la película: aunque se nota que Sam Levy sabe lo que se hace, nada chirría, y nada sobresale. Hay que añadir, eso sí, que Gerwig busca a toda costa una narración de ritmo ágil, y la consigue, aunque a costa de que en algunas escenas (recuerdo una en especial en la que toda la familia McPherson discute en su salón antes de Acción de Gracias) el montaje, también el de sonido, sea un pelín atropellado.
En lo narrativo, la película es digna de elogios. Sobre todo, porque lo que se cuenta, se cuenta con gracia, y porque la ironía con la que es captado el personaje protagonista, una muchacha vocacionalmente inadaptada que se avergüenza de su lugar de origen y de la clase social a la que pertenece, salva a la película de caer en un indigesto ombliguismo juvenil que asoma el hocico durante las primeras escenas y es felizmente abandonado en un tramo final bastante certero, en el que cuadran algunos aspectos que pendían de un hilo, como por ejemplo uno de los elementos centrales de la trama, como es la conflictiva relación de la protagonista con su madre. Si al principio se llega a temer que todo sea sólo un muestrario de triviales inquietudes adolescentes, sección problemas del Primer Mundo, más adelante Gerwig sabe subvertir algunos cánones de los films juveniles (no siempre la muchachada tiene razón, los adultos no tienen por qué ser un muro infranqueable de conformismo e incomprensión) y hace que su protagonista evolucione con naturalidad, mostrando sus errores y contradicciones sin perder encanto generacional. Aplaudo también el hecho de que se denuncie algo tan obsceno como adoctrinar en las escuelas a las adolescentes en contra del aborto (en esta escena tienen lugar algunos de los mejores diálogos de una película en la que éstos ya acostumbran a ser ingeniosos), pues creo que la interrupción del embarazo debería ser obligatoria si la madre no ha alcanzado la mayoría de edad, y bastante recomendable en el resto de supuestos. Por último, celebro también la habilidad empleada para mostrar que en la rebeldía juvenil hay no poco de pose, y para decir con suavidad que es mejor ser pobre que imbécil.
Creo que quienes piensan que en Saoirse Ronan anida un gran talento interpretativo no se equivocan, y aquí tienen una nueva muestra de ello, pues esta joven actriz posee la ductilidad, la fuerza y la variedad de registros para hacer creíble en todo momento un personaje muchas veces contradictorio. En el rostro de Christine cuando descubre que el chico del que está enamorada es homosexual, en su expresión cuando danza desinhibida en el baile de graduación, o en su encantado asombro al emerger sobre Nueva York desde las catacumbas del subterráneo, vemos a una intérprete de muchos kilates. En general, la labor de los actores más jóvenes es muy meritoria, aunque uno crea que Timothée Chalamet va con el piloto automático, o simplemente no es tan bueno como dicen. Le superan un excelente Lucas Hedges, una simpática Beanie Feldstein y una Odeya Rush en la que se nota que hay más que una belleza impresionante. Del elenco adulto, muy buenos trabajos de Laurie Metcalf en el rol de madre hiperprotectora y de Tracy Letts como padre comprensivo, y lo mismo hay que decir de Lois Smith en el papel de una monja moderna, pero creíble.
No excelente, pero sí bastante buena. Lady Bird es una película que va a más según avanza, y que dignifica los films sobre adolescentes contemporáneos, cosa que tampoco es muy difícil. Greta Gerwig deberá demostrar su valía en obras menos personales, pero más allá de elogios desmedidos y críticas feroces, su ópera prima en solitario vale la pena.