CHAVELA. 2017. 90´. Color.
Dirección: Catherine Gund y Daresha Kyi; Guión: Catherine Gund y Daresha Kyi; Dirección de fotografía: Natalia Cuevas, Catherine Gund y Paula Gutiérrez; Montaje: Carla Gutiérrez; Música: Gil Talmi. Canciones de José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Armando Manzanero, etc.; Producción: Catherine Gund, Daresha Kyi, Agnes Gund y Pepita Serrano, para Aubin Pictures (México-España-EE.UU.).
Intérpretes: Chavela Vargas, Eugenia León, Jesusa Rodríguez, Tania Libertad, Marcela Rodríguez, José Alfredo Jiménez Jr., Alicia Elena Pérez Duarte, Betty-Carol Sellen, Diana Ortega, Patria Jiménez Flores, Tlany Ortega, Liliana Felipe, Laura García Lorca, Mariana Gyalui, Pedro Almodóvar, Martirio, Elena Benarroch.
Sinopsis: Biografía de la cantante Chavela Vargas.
La experta documentalista Catherine Gund se unió a Daresha Kyi, más conocida hasta la fecha por sus trabajos como productora, para filmar un documental biográfico sobre Chavela Vargas, cantante mexicana de adopción sobre cuya vida podrían rodarse docenas de películas. Gund y Kyi optan por seguir los cánones y filmar un relato cronológico de la azarosa existencia de Chavela, que considero más orientado al público que sólo posea un conocimiento superficial del personaje, hoy elevado a la categoría de icono lésbico, que a los seguidores de la cantante.
Ejemplo universal de cómo llorar cantando, Chavela Vargas nació en Costa Rica, en el seno de una familia acomodada de la que no recibió amor, sino rechazo. Siendo todavía una adolescente, y ya con la firme convicción de que debía abandonar para siempre su país natal y viajar hasta México para hacer carrera en el mundo de la música, la Vargas partió hacia su destino y creó su propio personaje, al que durante décadas le regaló una fidelidad difícil de encontrar en un mundo tan hipócrita como el que conocemos. El resto, ya se conoce: desgarro, pasión y mucho, mucho tequila, hasta desembocar en un largo retiro al que sucedió una resurrección artística en la que tuvieron mucho que ver los fans españoles de una artista imitada, pero irrepetible.
Las directoras, que utilizan con profusión el material extraído de diversas entrevistas de archivo de la Vargas y rescatan valiosos extractos de algunas de sus más emblemáticas actuaciones, colocan la condición sexual de la cantante en el centro mismo de su relato, lo que me lleva a varias reflexiones: la primera, que esa condición es indisoluble al arte de Chavela, pero que reducirla al estatus de icono lésbico no la hace justicia como artista, sino que la vuelve a situar en el nivel de intérprete marginal al que se vio condenada durante gran parte de su vida precisamente a causa de una opción sexual rompedora en cualquier lugar, y todavía más en uno tan misógino y homófobo como México. Otro elemento para la cavilación es que ciertos comportamientos de la cantante se ensalzan, o se disculpan, por la legión de artistas y/o ex-amantes que hablan de sus relaciones con ella a lo largo de la película… cuando muchos de esos comportamientos, en un hombre, serían objeto de crítica y, en algún caso, de denuncia. Dicho esto, me choca que nadie sugiera que Chavela Vargas fue un caso claro de disforia de género, y utilizo el término clínico aun sabiendo que, en lo lingüístico, hablar de género como sinónimo de sexo es incorrecto.
Algo que me falta en la película es el relato de los años transcurridos entre la llegada de Chavela (que se autocalifica como cabrona en una de las entrevistas de archivo) a México y sus inicios como cantante profesional, pues entre ambas fechas hay un lapso de siete años, del que sólo conocemos el breve pero intenso romance entre la Vargas y la pintora Frida Kahlo, así como las interminables parrandas junto a José Alfredo Jiménez, El Rey, que fue sin duda el personaje más decisivo de la carrera musical de Chavela. Precisamente, la muerte de José Alfredo fue uno de los factores que precipitaron el hundimiento de la Vargas, incapaz de mantener a flote su carrera artística a causa de su alcoholismo severo. Como quiera que la intérprete de origen costarricense no empezó a grabar discos hasta los años 60, y que durante décadas apenas percibió dinero por las ventas de sus álbumes, el retiro de Chavela estuvo acompañado de serias estrecheces económicas, que sólo logró superar con su regreso, ya totalmente sobria, a los escenarios. Por suerte, y gracias a personas como el editor Manuel Arroyo, Chavela Vargas vivió lo suficiente para que su inigualable forma de vivir las canciones que interpretaba tuviese el reconocimiento que merecía, primero en España y después en el país que, por decisión propia, fue el suyo. Como dije, la película es más para neófitos que para iniciados, pero se disfruta, emociona por momentos y cumple con su objetivo. La recomiendo porque, como cantaba Joaquín Sabina, al que ni se menciona en este documental (dejo la posible explicación de este hecho a la imaginación de los malpensados), quién pudiera reír como llora Chavela.