QT8: THE FIRST EIGHT. 2019. 101´. Color.
Dirección: Tara Wood; Guión: Tara Wood; Dirección de fotografía: Jake Zortman; Montaje: Eric Myerson y Jeremy Ward; Música: Tyler Wenzel y Doran Danoff; Producción: Tara Wood y Jake Zortman, para Wood Entertainment (EE.UU.).
Intérpretes: Stacey Sher, Scott Spiegel, Michael Madsen, Tim Roth, Richard Gladstein, Louis Black, Zoë Bell, Samuel L. Jackson, Robert Foster, Lucy Liu, Kurt Russell, Christoph Waltz, Diane Kruger, Eli Roth, Jamie Foxx, Jennifer Jason Leigh, Bruce Dern.
Sinopsis: Análisis de la obra como director de Quentin Tarantino.
Después de haber hecho lo mismo con Richard Linklater, Tara Wood se consagró a la tarea de diseccionar la trayectoria del director más importante, y uno de los dos mejores, que ha dado el cine estadounidense en las tres últimas décadas: Quentin Tarantino. Se trata de un trabajo muy académico sobre un cineasta que lo es muy poco, pero suscribo la idea de quienes piensan que el film de Tara Wood da una visión bastante completa del particular universo del realizador nacido en Tennessee.
Se ha escrito hasta la saciedad sobre el chico sureño obsesionado con el cine que adquirió conocimientos enciclopédicos sobre la materia como dependiente de un videoclub y vivió como pudo en Los Ángeles hasta que sus guiones empezaron a llamar la atención y se aupó al estrellato con la primera película que dirigió, Reservoir dogs. Está bien que aquí narre esos inicios Scott Spiegel, el hombre en cuyo sofá dormía el genio en ciernes, porque pocas personas hay más indicadas para relatar esos comienzos y, desde luego, porque así se deja claro que, para Tarantino, el éxito no fue un simple chasquear de dedos. Tampoco está de más que se subraye la importancia que tuvo el festival de Cannes en la consagración de quien entonces fue visto como el nuevo niño prodigio de Hollywood.
Tara Wood sigue el orden cronológico e ilustra la carrera como director de Tarantino, cuyo análisis se divide en tres capítulos, con imágenes de sus rodajes, escenas icónicas de sus películas y testimonios de algunos de sus principales colaboradores, entre los que, por desgracia, falta el de una persona fundamental en la obra del homenajeado, la fallecida montadora Sally Menke, a la que se rinde un merecido tributo. Dicho esto, no están todos los que son, porque, por ejemplo, de los aclamados repartos de los dos primeros films de Tarantino sólo intervienen, aunque con profusión, Tim Roth, que participó en ambas, y Michael Madsen, que no pudo estar en Pulp Fiction (iba a interpretar el papel que resucitó a John Travolta) por no poder simultanear su rodaje con el de Wyatt Earp, para el que se había comprometido previamente. También echo a faltar las opiniones de algunos técnicos, siempre tan interesantes para juzgar el trabajo de un director. Pienso principalmente, por si no queda claro, en Robert Richardson. Sea como fuere, el film sigue una trayectoria coherente, en la que la directora se mimetiza con el biografiado hasta el punto de incluir algunas escenas animadas para ilustrar determinadas anécdotas narradas por diversos participantes, mientras no se nombra al Demonio, también conocido como Harvey Weinstein. Aquí, la película balbucea, y no es para menos, porque ese productor con pretensiones de Irving Thalberg y maneras más propias de Al Capone fue pieza capital en el éxito de Tarantino, y ambos fueron grandes amigos durante un cuarto de siglo, que se dice pronto. Quizá algunas llamativas ausencias en este documental tengan su razón de ser en el escándalo Weinstein, pero lo que no es especulativo es decir que el film trata el asunto de un modo superficial, y a la postre insatisfactorio. Con esto, y con la inclusión de una especie de tráiler de la última película de Tarantino, Érase una vez en Hollywood, que tampoco viene demasiado a cuento, se malogra en parte un film hasta entonces muy bien llevado, en el que el carácter poco arriesgado de la propuesta era irrelevante frente al entretenimiento y las claves sobre el homenajeado que proporciona. Digamos que el escándalo Weinstein saltó a los titulares durante el rodaje de este documental (de hecho, el productor iba a participar en él), y que en vista de ello la directora salió del embrollo lo mejor que supo, pero no de la mejor manera posible. Queda, en todo caso, un análisis entretenido y concienzudo de la obra de uno de esos cineastas a quienes no le viene grande el calificativo de genio.