Cierto es que en la tarde de ayer un tremendo chaparrón, de los más violentos que recuerdo, dejó más de 30 litros de agua por metro cuadrado en Barcelona, y en apenas media hora. Aún así, es inaceptable que en el Passeig de Colom las palmeras fueran cayendo como fichas de dominó, que en la madrugada todavía hubiera líneas de metro sin funcionar, y sobre todo que hasta bien entrado el día de hoy multitud de sufridos usuarios hayan estado sin suministro eléctrico. Barcelona deja claro una vez más que es un gigante con pies de barro, además de una ciudad que sólo funciona cuando la climatología acompaña.