El fiasco de Bankia, acompañado de masivas fugas de capitales, marcas récord de la prima de riesgo y significativos descensos en la Bolsa, es el último capítulo de la larga debacle económica de España, que ha colocado al país en serio riesgo de ser intervenido de forma inminente. Los voceros oficiales, ya saben, dicen que la culpa es de Zapatero, de Miguel Ángel Fernández Ordóñez (que lo han hecho de pena, nadie lo duda) y de Grecia, pero he aquí que comparece ante los medios el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y dice que el Gobierno español ha gestionado el caso Bankia «de la peor manera posible». No hace falta decir más. O sí. «¿Puede el BCE llenar el vacío de la falta de acción por los gobiernos nacionales sobre el crecimiento y el déficit? La respuesta es no. ¿Puede el BCE llenar el vacío de la falta de acción por los gobiernos nacionales sobre sus problemas estructurales? La respuesta es no». O sea: más crisis, más recortes, más paro, más subidas de impuestos, más bajadas de sueldos, y el mismo gobierno corrupto e inútil que lo iba a arreglar todo con sólo ganar unas elecciones. ¿Aguantará España sin ser intervenida (o lo anterior, o lo siguiente) hasta las elecciones griegas?